La soledad no era tanta

Una reseña de Ascent to Glory 

 

García Márquez y un pelotón de gabólogos se encargaron de que el proceso de escritura de Cien años de soledad pareciera un desolado ascenso por una montaña de dificultades. Un nuevo libro separa la paja del grano y, sin quitarle encanto a la historia, echa un cuento más cálido y colectivo sobre la conquista de esa obra cumbre.

POR Nicolás Pernett

Enero 27 2021
Ilustración de Miguel Otálora

Ilustración de Miguel Otálora

 

El hilo de tinta que empezó a salir hace más de cincuenta años de los libros de Gabriel García Márquez para dar rodeos por el mundo no ha parado de manar. Cada año se reeditan sus novelas, cuentos y artículos de prensa en nuevas presentaciones, o aparecen estudios sobre su vida y obra. En algunas librerías hay incluso secciones dedicadas por completo a García Márquez. El Premio Nobel colombiano más que un autor es un género literario. Además, en cada feria del libro, festival cultural o entrega de premios periodísticos tiene que haber una mesa dedicada a él, en la que se hable de alguno de los muchos temas que se pueden extraer de su universo: los insectos en la obra de García Márquez; García Márquez y la sal del mar Caribe; de cómo García Márquez se hizo en México, se hizo en Bogotá, se hizo en Barranquilla; Gabo y el mango de hilacha; Gabo y la reina de los 426 kilómetros de sartales de huevos de iguana, y muchas otras discusiones que se omiten para no hacer interminable esta reseña. 

Yo mismo he participado varias veces en este tipo de conversaciones y sus componentes no suelen variar demasiado: la mayor parte del público goza como la primera vez escuchando las historias que tal vez ya conoce de memoria sobre su adorado autor de cabecera, mientras que una minoría se siente muy crítica y erudita desestimando la importancia del escritor porque lo vieron en una foto con Fidel Castro o porque un meme en redes sociales les ahorró el trabajo de leer mil páginas de su obra y los convenció en un minuto de que a García Márquez había que cancelarlo por machista, por comunista o por el comportamiento inmoral de sus personajes. Sabiendo que siempre hay un público ávido de escuchar chismes sobre el escritor de Aracataca, los ponentes de estas mesas nos esforzamos por narrar cada vez mejor las leyendas y anécdotas –falsas o verdaderas– que recuerdan al escritor bailando en Cartagena, conspirando en La Habana o desayunando yuca con suero en Guacamayal. Tantos cuentos canónicos o apócrifos sobre el más conocido escritor de Colombia han hecho del garciamarquismo una de las tradiciones más cacareadas de nuestra literatura oral. Por supuesto, lo que siempre hace falta en medio de este universo de cacofonía gabólatra son estudios serios que nos recuerden que García Márquez fue un escritor profesional en una de las épocas más interesantes de la literatura latinoamericana, sobre el que todavía no se ha dicho todo lo que puede suscitar su inmensa obra. 

¿Por qué se sigue hablando sin pausa de este autor muerto en 2014 y por qué los nombres asociados a Cien años de soledad siguen apareciendo en los lugares más insospechados? Porque llegó a convertirse, incluso antes de morir, en lo que se puede llamar un “clásico”, esa posición en la que una obra y su autor trascienden el mero contexto literario y se vuelven referentes culturales tan reconocibles como la Coca-Cola o un dicho popular. El estatuto de clásico no se alcanza solamente por la calidad de la obra de un artista o por la influencia de los críticos o divulgadores más entusiastas. Se trata de la conjunción de diversos elementos que coinciden o se integran para lograr que un libro y un autor suban a la gloria de la inmortalidad reservada solo a unos pocos. 

De esto trata el reciente libro Ascent to Glory. How One Hundred Years of Solitude Was Written and Became a Global Classic, publicado en 2020 por Columbia University Press y escrito por el español Álvaro Santana-Acuña, profesor del Whitman College, en Washington, y uno de los investigadores más juiciosos e interesantes de la gabología contemporánea. Este libro, que aparecerá muy pronto en castellano, fue el producto de más de una década de investigación en bibliotecas y archivos de varios países, incluyendo los documentos personales del escritor que fueron entregados al Harry Ransom Center de la Universidad de Texas en 2015. En medio del ruido producido por tantas publicaciones sobre Gabriel García Márquez, la investigación de Santana-Acuña se destaca como el mejor análisis de la concepción, producción y circulación de Cien años de soledad que haya aparecido en mucho tiempo. 

Ascent to Glory busca no solo explicar cómo fue imaginado y escrito Cien años de soledad, sino cómo se volvió un éxito de ventas y un referente cultural como ningún otro artefacto literario de su época. Para lograr esto, Santana-Acuña tuvo que rastrear todas las pistas posibles que ofrece la investigación bibliográfica y, sobre todo, desembrujarse de las leyendas que se han creado en torno a esta novela. Como el experto ilusionista que era, García Márquez se esforzó para que el público no conociera los secretos de su oficio: construyó todo tipo de señuelos sobre las circunstancias de producción de esta obra para darle un halo mágico de epifanía que desciende del más allá y se consigna en la página. 

Por el contrario, Santana-Acuña se acerca a Cien años de soledad sin el deslumbramiento del creyente para identificar las costuras de las alfombras voladoras de Macondo y devolverle al libro su carácter humano e histórico, tantas veces escamoteado por los elogios metafísicos. Hemos repetido por mucho tiempo que todo lo referente a García Márquez y a su obra más importante es un producto de la magia, y se nos ha olvidado que estamos hablando de la producción de un hombre, una época y un contexto, y que el análisis de los pormenores mundanos de esta historia es tan fascinante como las anécdotas sobre coincidencias extraordinarias o inspiraciones sublimes. 

Por eso Santana-Acuña empieza descartando desde el primer capítulo la leyenda que el Nobel colombiano contó muchas veces sobre su vida entre 1965 y 1967: que tuvo la idea en un paseo a la playa con su familia, que se devolvió a mitad de camino y se encerró a escribir en soledad durante año y medio, que su familia vivió en la pobreza mientras él volaba por los cielos de Macondo, y que tuvo que empeñar las joyas de su esposa para enviar el manuscrito a su editor argentino como si fuera la paloma mensajera después del diluvio universal. Una por una, estas anécdotas han sido revaluadas con los años después de que los investigadores dejaron de creer a pie juntillas todos los cuentos echados por García Márquez y repetidos por tantos exégetas acríticos. Santana-Acuña muestra en su investigación que la decisión de sentarse a escribir Cien años de soledad fue tomada por García Márquez en un momento estratégico de su carrera, cuando el autor se dio cuenta de que era el instante indicado para abordar esta empresa. Cien años de soledad no nació simplemente porque una vaca se le atravesó en el camino y le hizo recordar el día en que su abuelo lo llevó a conocer el hielo. Si alguna revelación tuvo García Márquez en ese momento fue que debía ponerse a escribir la novela que había concebido desde hacía mucho tiempo porque el mercado editorial estaba maduro para acogerla. Ascent to Glory presenta un fresco muy detallado de la situación del libro, los lectores y los escritores en América Latina durante los años en que García Márquez fue adquiriendo las claves de su oficio y aprendió cómo presentar sus historias a un público que estaba comprando novelas por cientos de miles. Después de leer Ascent to Glory, la imagen que nos queda de este autor no es la de un caribe inspirado que escribió levitando y se conectó por telepatía con el alma de un continente, sino la de un creador con los pies en la tierra; un estratega avezado que abordó una serie de calculadas acciones de divulgación para posicionar su obra en el mercado. 

Además de demostrar lo poco que tuvo de accidental esta novela, Santana-Acuña ofrece una nueva mirada al proceso creativo detrás de ella al presentarla como el producto de lo que llama “creatividad en red”, es decir, un trabajo en equipo en lugar del esfuerzo de un productor solitario. Después de revisar correspondencia, testimonios, publicaciones periódicas, y de reconstruir minuciosamente el itinerario de la novela, Santana-Acuña demuestra que Cien años de soledad no solo se alimentó de los fantasmas y palabras de García Márquez sino de las críticas, ideas y consejos de sus amigos: desde las conversaciones privadas con su esposa, Mercedes Barcha, hasta las sesiones semanales de revisión del manuscrito con el crítico Emmanuel Carballo, pasando por las orientaciones de sus amigos mexicanos de La Mafia (los cineastas y escritores con los que se veía a menudo) o del Grupo de Barranquilla, y hasta por las correcciones que le hacía su mecanógrafa Esperanza Araiza. Al contrario de lo que se nombra en su título, Cien años de soledad no fue un libro nacido del aislamiento sino de la solidaridad. Entre las muchas luces que Ascent to Glory arroja sobre la novela más importante del Boom, creo que la de su creación en red es la más brillante porque logra insuflarle un nuevo prestigio a una obra que creíamos hecha de y en soledad, y la conecta mejor con nuestros tiempos, tan dados a desconfiar del genio individual. 

En el análisis sociológico que se hace en Ascent to Glory importa más el contexto que la propia agencia individual de García Márquez, al punto de afirmarse que su estilo narrativo fue ensamblado por el colombiano para complacer el gusto de los lectores latinoamericanos de ese momento. Santana-Acuña ubica en México (país al que García Márquez llegó en 1961) la maduración narrativa que le permitió encontrar el tono justo para Cien años de soledad, en el que se combina el barroquismo maravilloso de Alejo Carpentier en El siglo de las luces y la naturalidad directa de los reportajes de Ernest Hemingway. Allí, bajo la guía de amigos como Carlos Fuentes, el ejemplo de los otros autores del Boom y el respaldo de la Agencia Literaria Carmen Balcells, García Márquez entendió que para asegurarse el éxito internacional tenía que escribir una novela latinoamericana, más que colombiana o caribeña. Sin embargo, aunque es cierto que la educación recibida por García Márquez en México lo ayudó a darle un aire menos provinciano a la historia de Macondo, es debatible afirmar, como se hace en Ascent to Glory, que para Cien años de soledad el autor ensayó una nueva prosa, distanciada de sus trabajos previos, de sus raíces costumbristas o de la influencia de autores colombianos (no caribeños), como Jorge Zalamea. La impronta de este último se puede percibir claramente en el cuento “Los funerales de la Mamá Grande”, escrito en 1959, que Santana-Acuña no tiene en cuenta a la hora de analizar la evolución narrativa de García Márquez, y en el que se pueden encontrar varios de los elementos que después perfeccionó y “latinoamericanizó” en Cien años de soledad. Sin negar la importancia de su formación literaria en México y su emulación de Carpentier, se podría argumentar que la caudalosa prosa de Cien años de soledad se alimentó de más afluentes de los que Santana-Acuña reconoce, y nació antes de la llegada del colombiano a México. 

Pero si Ascent to Glory es parco al momento de enumerar las influencias estilísticas de Cien años de soledad, por el contrario, es prolijo en el rastreo de los ecos globales que produjo su publicación. Desde los síntomas de su primer éxito editorial hasta las razones de su consagración como clásico y su relevancia cincuenta años después de su aparición, la segunda parte de este estudio se dedica al análisis de la recepción de Cien años de soledad y de las muchas formas de su presencia en la cultura popular. Como quien viaja por el mundo recolectando mariposas, Santana-Acuña hace una revisión extensa de docenas de homenajes, alusiones y referencias que se encuentran en los espacios más inverosímiles que uno pueda imaginar: desde la etiqueta de un licor japonés hasta el nombre de una estrella de la constelación de Antlia, pasando por un pozo petrolífero en el golfo de México que fue bautizado como el pueblo de los Buendía. Esta extensa revisión incluye la manera en que ciertos signos asociados con Cien años de soledad se han posicionado como lugares comunes en la comunicación global, como el nombre Macondo, el “género” realismo mágico, la frase de apertura del libro o el ascenso de Remedios la bella al cielo (habría faltado, tal vez, incluir en esta lista a las omnipresentes mariposas amarillas que, por lo menos en Colombia, se han vuelto un sinónimo inapelable de García Márquez). 

Es posible que el lector de Ascent to Glory no alcance a retener las muchas referencias a Cien años de soledad que hay en el mundo ni los numerosos intermediarios culturales que ha tenido el libro porque, al igual que sus lectores, estos son legión. Entre los mediadores que han llevado el libro a ser un clásico se encuentran tanto los lectores como los no lectores que hablan de la novela, los adoradores y los opositores, los gabólatras y los gabófobos, los estudios universitarios o los comentaristas en Twitter. Aunque hubiera hecho el análisis mucho más largo, también se extraña en Ascent to Glory algún tipo de valoración cualitativa del peso o importancia que puede tener una crítica escrita por Milan Kundera sobre Cien años de soledad o los agravios de un usuario web llamado 5C52. Es claro que al éxito de García Márquez han contribuido tanto el Premio Nobel de Literatura de 1982 como la aparición de su cara por algunos segundos en la serie Friends, pero, ¿se pueden incluir ambos acontecimientos en una misma lista sin tener en cuenta sus naturalezas diferentes? 

Seguramente Santana-Acuña tendrá ocasión en otros espacios para seguir ahondando en estas y las otras preguntas que suscita un tema tan difícil de estudiar como es la recepción de una obra literaria. Y seguramente también tendrá mucho para decir cuando se estrene la adaptación televisiva que prepara Netflix de Cien años de soledad, una producción que tal vez defraudará a los críticos y a muchos lectores, pero que pondrá a medio mundo a hablar de nuevo sobre esta novela y afianzará su condición de clásico. Mientras tanto, tenemos tiempo de leer este estudio en inglés (se consigue fácilmente en plataformas como Amazon) y esperar su versión en español (que no será solamente una traducción sino una ampliación). Con estas nuevas adiciones, no parará de crecer el torrente de intermediarios que van cargando a Cien años de soledad en su camino hacia la gloria, como una caravana de gitanos que llama a los lectores de ayer y hoy a encontrarse con un libro al tiempo antiguo y siempre nuevo, como el hielo. 

ACERCA DEL AUTOR


Nicolás Pernett

Historiador y profesor. Editor de la revista 'razonpublica.com'.